LOS LUNES AL SOL: “Libertad”


AMPARO PANADERO

Uno de mis añorados y estimados colegas, Pasqual Broch, acaba de colgar en Factbook un comentario al hilo de un artículo de este periódico que ha escrito Ximo Puig, mi santo, parafraseando a Elvira Lindo, sobre la noche más larga de Mediterráno, el 23-F y el día de después. Pasqual habla de la rotativa de Pepet, una máquina bellísima que emitía rugidos y risotadas mientras iba rodando y escupiendo ejemplares con la tinta olorosa, húmeda, negra. Libertad, ocho letras gigantes que se ajustaron para no salirse de la enorme página tabloide. Una edición extraordinaria, porque Mediterráneo fue el periódico que más pronto salió a la calle. Y salió a la calle de verdad, con los gritos de Manolo Vellón en las puertas del Casino de Castellón voceando la hermosa palabra. Libertad.

La ciudad y sus comarcas eran en ese año un hervidero ciudadano. Había movilidad, creatividad, iniciativa y convivencia democrática. El verbo que se hizo carne era sumar. Aglutinar sueños, reivindicaciones, fuerza y compromisos. La ilusión del cambio. Una ciudad en movimiento.

Desde la gran manifestación que gritó No a la Guerra, la ciudad no había vuelto a tener tanta vida como este sábado. Miles de personas tomaron la calle para gritar, de nuevo, las ocho letras de libertad. Libertad de expresión tras silenciar TV3 en todo el territorio autonómico. Las imágenes de las cámaras reviven aquella ciudad efervescente, viva, unida por causas justas y necesarias. El tiempo nos ha vuelto grises. Tanto que debemos difundir, proteger, la memoria individual y colectiva. Recordar que un día esta ciudad era de colores y esperanza. Como lo han sido otras ciudades castellonenses ante el nuevo atropello de los gobernantes de esta derecha cuyas máscaras y esperpentos son permanentes en el carnaval de la política. Reivindiquemos el poder ciudadano. La calle es el espejo de nuestros deseos. Les dejo las palabras (porque aún nos queda la palabra) del genial Ovidi Montllor que gritó el sábado, en la calle, Vincent Pitarch. “Els que no volen que es parle, es pense o s’escrigue en català, són els mateixos que no volen que es parle, s’escrigue o es pense”.

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